No, no es un momento fácil...
Ensayos en una sala grande donde no tenemos llaves de nada, acceso a ningún sitio en particular... donde somos inquilinos y no propietarios.
Y con mala, malísima acústica. Menos mal que no somos profesionales, ni tan siquiera amateurs, nos daríamos cuenta que así no se puede ensayar. Pero nunca nos importó ser nada excepto lo que somos.
Venimos de una gran obra, puede que teatralmente de la mejor de siempre, con un relativo exito (nos faltó culminar el domingo por la mañana) de público y buenas vibraciones corales. La obra fue un extraordinario aliento para el grupo... Hay personas muy concretas especialmente responsables de tal elixir que ya sabéis quienes son.
Ahora tenemos una obra interesante, más surrealista que la anterior, pero con la que esperamos seguir pasándonoslo razonablemente bien... mientras sigamos haciendo caso omiso a las alertas de la mundanidad en forma de horarios, trabajos, edad, enfermedad...
Ladykillers no parece la mejor obra de nuestra historia pero está mucho más cerca de ello que de ser la peor. Es una buena pieza, argumento necesario y soporte vital para que se obre el milagro de diferentes personas que comparten, solo y exclusivamente, dos horitas intensas de su vida semanalmente y no todas las semanas.
Tras la crisis de diciembre, llego la luz de Arsénico por compasión. Ahora quedan ambas. Unas nos perseguirán siempre y otras nos alumbraran para la eternidad.
Toca no pensar, como siempre.
Toca dejarnos llevar.
Toca convencernos, sin convencernos de nada, que este es la mejor convicción de nuestras vidas. Nuestro auténtico legado.
Un reducto de paz y conflicto, pero que deja al margen todo lo que le rodea a uno para concentrase en uno. Es paz y conflicto de uno con uno. ONE.
Pero para ello, ahora más que nunca, hay que hacer solo una cosa: querer, querer siempre.
Gracias por querer siempre. Querer a ratos es no querer. Querer querer es no querer.
Oihala Zabaltzen.
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